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Itinerarios entre Nuestra América y China

América Latina

Juliana González Jáuregui ahonda en las relaciones entre China y América Latina, en clave histórica.

¿Qué potencial existe para América Latina en el reordenamiento geopolítico que el mundo atraviesa? Sin dudas, desde 2008, momento de la gran crisis internacional de nuestros tiempos, la República Popular China ha venido adquiriendo una gran relevancia como potencia en el sistema internacional y en estos últimos años su presencia y crecimiento viene generando profundos debates en nuestra región. En Esquina América buscamos profundizar en este debate, y para ello, entrevistamos a Juliana González Jáuregui, Doctora en Ciencias Sociales y especialista en el tema, quien nos compartió reflexiones nutridas de conocimiento para comprender estos vínculos desde una perspectiva histórica, en función de interpretar el momento actual. 

La investigadora ubica como el antecedente más importante los vínculos entre América Latina y China, la Fundación de la República Popular China de la mano de Mao Zedong en 1949. En esa primera década cuando “la región oscilaba entre democracias y dictaduras militares”, Mao visualiza que entre China y nuestra región existían grandes distancias geográficas, pero además un escaso conocimiento mutuo, cultural y político. Es así que el dirigente observa como “ventanas de oportunidad los derrocamientos de Rojas Pinilla en Colombia y Pérez Giménez en Venezuela”, como posibilidad de acción  antiimperalista. El hito más importante en la época se dará con la Revolución Cubana de 1959, siendo este país “el primero en reconocer diplomáticamente a la República en tanto representante del Estado chino”.  Durante esta etapa, se inicia lo que se denomina como propaganda por invitaciones, en la que, por ejemplo, China hospeda a 1500 personas latinoamericanas provenientes de los ámbitos estudiantiles, académicos, del derecho, entre otros y a su vez envía delegaciones culturales y comerciales a la región. También se instalan oficinas de prensa china en la región y se establecen vínculos con partidos políticos de izquierda. Lo que el gigante asiático buscaba con dichas medidas era mejorar la imagen de China, defendiendo su modelo como mejoras en términos económicos y sociales.

Si bien Cuba es el primer país que reconoce a la República Popular China y establece relaciones diplomáticas a partir de 1960, la mayoría de los países de América Latina lo hacen en la década de los ’70, momento en que se produce una suerte de acercamiento entre la República Popular y los Estados Unidos, hechos que se dan en el contexto de la Guerra Fría. Este es el período en que China se comienza a separar del modelo soviético, y en ese marco, “abandona la diplomacia revolucionaria o sustentada en lo ideológico” y construye una “política exterior más abocada a la paz y el desarrollo en lo que va a definir inicialmente como el ascenso pacifico, que luego va a ser modificado como desarrollo pacífico, porque generaba desconfianza la idea de un ascenso, sobre todo para Asia”. En ese escenario, si bien el reconocimiento para los Estados Unidos se dio en el ’79, ya 12 países latinoamericanos habían reconocido a la República Popular, cuando China fue ganando apoyos “por su posición anti Cuba y anti Unión Soviética”. 

Según la investigadora, a partir de los años ‘80 esa diplomacia hacia América Latina va a orientarse hacia lo económico, donde se comienzan a propiciar firma de acuerdos y se implementa, también, el comercio de trueque, aunque la mayoría de los países de la región se encontraban inmersos en la crisis de la deuda, situación que limitaba la profundización de los vínculos. Sin embargo, para los años ’90, mientras que China avanza en su industrialización, nuestra región se va consolidando como exportadora de recursos naturales y materias primas y las relaciones, no exentas de tensiones, se basan en el intercambio comercial, en cooperación en los rubros de transporte marítimo, en ciencia y tecnología. 

“El rol de prestamista por parte del gigante asiático se va a dar más adelante, adentrado el siglo XXI”. En 2008 y 2016 Beijing presenta los Libros Blancos donde se configuran propuestas para potenciar las relaciones entre China y los países latinoamericanos. Dichas propuestas abarcan instancias de cooperación en materia económica, pero también política, cultural, educativa, justicia, entre otros. En este momento China ya se está convirtiendo en una “una economía de capital abundante y le va a interesar diferenciarse de potencias extrarregionales como Reino Unido, Estados Unidos” y por ello propone para la región que sus “vínculos no sean meramente económicos, sino también políticos, culturales, educativos, científicos, tecnológicos y de mayor conocimiento mutuo”. 

En líneas generales, la especialista afirma que el acercamiento del gigante a nuestra región es multidimensional, tanto desde lo cultural como también desde las “asociaciones estratégicas, la firma de tratados de libre comercio con algunos países, los tratados bilaterales de inversión, la publicación de dos libros blancos y la participación de organismos multilaterales de la región”, dado que también ha tratado de entender “la lógica de integración con la región”, vinculándose con diferentes esquemas regionales. En ese marco, la entrevistada afirma que en América Latina necesitamos “autodefinirnos en nuestra inserción global”, haciendo referencia a la fragmentación en la que se encuentra la región. 

Asimismo, durante la entrevista, conversamos respecto de una de las estrategias más importante de la actualidad de China, la de la Franja y de la Ruta, la BRI, por sus siglas en inglés, que propone alternativas de financiamiento en infraestructura, conectividad para el comercio, consta de corredores terrestres y marítimos y es un plan económico de alcance global. Al respecto, González Jáuregui explicó que “América Latina es entendida como una extensión natural de la franja marítima” y que ya 19 países de la región han firmado memorándum de entendimiento para adherir a la iniciativa. 

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